lunes, 19 de noviembre de 2012

MOLOKO FOLK - La Familia de Ukeleles + Sólo en Cines en LA CASA DEL ÁRBOL





Los horarios musicales me siguen resultando una incógnita, pero la birra está helada, el patio colmado y la galera de la fortuna me auguró: “el tesoro está acá”. Ando un poco los pasillos laberínticos, sigo con la mirada las ramas de todos los árboles estampados en las paredes que se estrellan contra el techo y dan la vuelta , las mesas salpicadas de mil colores, las puertas con sus marcos blancos, las ventanas todas abiertas y pienso que quizás el sombrero está en lo cierto!

A Danny D. Kid lo veo apenas en su despedida. Me apena no poder reseñarlo, espero llegar a tiempo la próxima. Pasa el tiempo que me lleva sentirme a tono en La Casa del Árbol, y llegan los que siguen: Sólo en Cines.

No es un sonido nuevo, sin embargo suenan muy bien. No les prestamos la atención que se merecen, pero de todas formas califico su performance con un cómodo upper intermediate. Lo que escucho me está gustando, nota mental: buscarlos en bandcamp. Sólo en Cines: prueba superada.

Llega por fin La Familia de Ukeleles al escenario, colmándolo, excediéndolo y piden silencio, nos invitan a sentarnos y obedientes tomamos posición en el piso para respetar su costumbre unplugged.

Remera y corbata para unos, musculosa blanca para otros y un aire old school que se respira pesadamente. La Familia nos pasea por beats countries, hace un stop en alguna balada del mítico Elvis, se luce con acordes de rhythm and blues y la sala se va tiñendo de puro rockabilly.
Los gurúes del swing me van dictando, para que no deje nada afuera: ésta es I Am A Man Of Constant Sorrow, la canción de la peli de los Cohen; estos son los Squirrel Nut Zippers; no llores con Patsy Cline. Y un montón de información del mundo del swing que me va llegando de a toneladas.

Melisa pide una ronda de baile y estar en el fondo me da ese privilegio: Ana y Quique se balancean al ritmo de Ring of Fire y en este punto yo siento el edén terrenal anclado en Palermo.

El anuncio de la última canción no es pura palabrería, pero ya están ahí los vinilos listos para contentar al público sediento de clásicos del rock and roll. Siga el baile, siga el baile!

Alvy Singer Big Band en C.A.F.F.





El plan anti-domingo suena tentador: ir a despedir el año a un club de barrio. De modo que, así sin más arranca la caravana, destino Abasto.

Cruzamos el pasillo del Fernandez Fierro y la luna cuarto menguante figura una señal de buen augurio. Nos recibe un salón cálidamente preparado: las sillas y sus mesas dispuestas frente al escenario, listas para mezclar desconocidos, la barra de club con el menú accesible detallado en una pizarra, y el ventilador de pie que hace su silbido clásico.

Una vez acomodado el público la Big Band hace su entrada triunfal y el outfit cautelosamente coordinado nos deleita, esta vez en blanco y negro con unos gestos de colorado en los hojales de los muchachos y los accesorios de las señoritas. Si bien los tiradores rosados del chico del banjo, el talentosísimo Juan Kiss, llevan la cabecera.

El sonido de Alvy Singer y su GRAN Banda es de una calidad musical tan excelsa que hasta las bromas se la toman en serio y Parada arranca el mismo nivel de risas que de aplausos. Suman al piano los dedos de un viejo amigo, el señorísimo Pablo Grinjot, y el ritmo nos obliga a mover los piecitos desde el lugar.

Estamos aquí despidiendo El Tiempo del Amor y Alvy y los suyos dan un show con curvas ascendentes y descendentes, un recital serpentario que se mueve de los discos editados al inédito, de lo sensible a lo sensual, de lo trascendental a lo mundano y el conductor de esta locomotora del swing no pierde jamás el dominio de la cadencia dominical.

El anticipo de lo nuevo no deja ninguna duda: Alvy Singer Big Band, fieles a su estilo, demostraron que todavía pueden sorprender.

MARDER – Festival de Arte en Tiempo Real – CCGSM





Llegué hace un rato, subí y bajé una y otra vez las escaleras del Centro Cultural San Martín de un lado y del otro tratando de absorberlo todo porque antes de venir tenía bien claro lo que quería: no perderme nada!

Mareada, confundida, sorprendida vagabundeo entre los visitantes, anónima. Pero las cuerdas me traen de vuelta. La correa cortita de la guitarra me da la pauta: Kabusacki al mando. Con eso me hubiera bastado, pero están también los dedos mágicos, rapidísimos e incomparablemente hábiles de Lucy Patané en el bajo y coordinándolo todo la inigualable Marina Fages.

Otros músicos están formando parte del suceso, performando en vivo en el escenario improvisado, y yo siento el piso vibrando y como un rayo de luz me llega el sentido: arte en tiempo real.

El cambio es rápido, sin embargo, todo fluye tan natural. Artes visuales en cada una de las salas, el ojo de hoy mirando al futuro e incluso la invitación abierta a participar. En MARDER se conjugan diferentes formas para alargar los brazos y poder llegar a lo nuevo, a lo bueno, y yo siento que la vanguardia está acá, y yo fui parte.

TURDERA FEST – Valentín y Los Volcanes





Bajo el marco del Festival Turdera se presentó Valentín y Los Volcanes en el Centro Cultural Matienzo. Sobraban las cervezas de litro y las pizzas caseras y aunque los vasos constituían un bien escaso supimos acomodarnos a la situación y disfrutar el show bajo el cielo limpio en una noche fresca de primavera.

El repertorio se paseó entre su flamante Todos Los Sábados del Mundo y ese Play al Viejo Walkman Blanco donde guardan pequeños tesoros de tres minutos y medio.

La banda liderada por Jo Goyeneche supo llevar con cadencia y buen ritmo un show en el que no faltó la conexión con los fanáticos que supieron encontrar el momento para poguear un rato ni los amigos acompañando: Facu Tobogán se subió al escenario para detentar su condición de Chico de Orense.

El Matienzo supo acogernos de muy buen grado, como lo hace siempre, y aunque nos quedamos con las ganas de un bis el paseo por la terraza y la visita a la sala con exhibición de afiches cubrió la falta.

Una vez más los Valentines cumplieron, y me llevo a la cama el placer de los días felices…

HAY OTRA CANCIÓN – El Coliseo





El todo es más que la suma de las partes. Esa verdad universal podría bien resumir lo que sucedió arriba del escenario del Teatro Coliseo cuando un vendaval de músicos cumplieron con la premisa altruista de aunar su potencia musical individual para, junto a la Orquesta Académica de Buenos Aires, brindar un concierto ex-qui-si-to!

El director da la señal y se inicia el ritual. Como en una carrera de posta, el micrófono va pasando de mano en mano y empieza el desfile de grandes músicos que se mueven en pequeños circuitos culturales pero que hace años se consagraron porque supieron (y saben hacerlo todavía, este mismísimo concierto es ejemplo de ello) conmovernos y sorprendernos, dándole un giro al indie, encontrándole la vuelta, una nueva.

Pablo Grinjot, Pablo Dacal, Lucio Mantel, Alfonso Barbieri, Tomi Lebrero, Alvy Singer y Nacho Rodriguez apadrinaron este festival musical que contó con la presencia de más de 20 músicos, perdón, más de 20 amigos invitados.

La Orquesta, por momentos erizándonos la piel y por otros oficiando de espectadora, fue el ingrediente secreto para que la receta deleitara el paladar de cada espectador.

En la unión está la fuerza y en la diversidad, el gusto. Felicito la pluralidad, el respeto y la admiración por el otro, por los otros, por su talento. Desde mi lugar, chiquitito, la aplaudo y aliento.

La Noche de Los Museos





Es la 9na edición de La Noche de Los Museos, y sin embargo, va a ser la primera vez que me una a la masa que va de aquí para allá atiborrándose en la puerta de cada recinto de arte que hay en la ciudad que no duerme.

Arrancamos temprano, porque  ¡ay inocentes!, pensamos que hay forma de evitar los metros y metros de filas de humanos de todas las edades, géneros y formas. La suerte de principiante nos acompaña, y llegamos al primer museo del recorrido (previamente diagramado, claro) y si bien hay visitantes moviéndose de aquí para allá, como hormiguitas en una pecera, podemos pasar sin problemas y colarnos en la visita guiada, donde tratamos de entender la pauta que guió al artista en la obra expuesta a la vez que nos cuestionamos si explicar con palabras lo que él mismo decidió expresar con objetos multicolores y diminutos no sería una crueldad…

Hay un patio, y vamos a visitarlo como un caminante visita el oasis en el desierto: música en vivo. Me gusta. A mi oído le gusta la música de las guitarras y el bandoneón, a mis ojos les gusta el patio interno con árboles y plantas y estrellas y aire puro.

Seguimos camino. Vamos a renunciar 2 veces a la cola que da vuelta la manzana, pero vamos a deleitarnos con un museo laberíntico con obras al mango y vamos a finalizar el recorrido en un edificio histórico y colosal, sólo por el gusto de estar del lado de adentro por las tantas veces que pasamos por adelante aplaudiendo su fachada magnánima.

Exhaustos, nos volvemos a casa casi sin fuerzas. Volvemos nutridos de arte plástica a más no poder. Nos prometemos volver por los que quedaron fuera de itinerario. Nos preguntamos qué nos pareció la experiencia, sin saberlo bien…

CICLO LA EXPANSIÓN - Diego Martez + La Familia de Ukeleles




Es Noviembre, pero el calor en Buenos Aires está marcando un nuevo récord. Me cuesta acostumbrarme a la impuntualidad del rock, pero llego lo suficientemente temprano como para formar parte del microcosmos. Estamos en familia, puedo sentirlo. Lo veo en la charla relajada, en la cerveza de litro compartida que apenas pasa por el vaso porque todos allí necesitamos escaparle a los 30°C.

Justo cuando el calor empieza a confundirme, el acorde mágico del Accidente de Las Ligas Menores que está sonando como parte de la música funcional que nos prepara para lo que se viene se ve interrumpido por la guitarra, por mi desconocida, de Diego Martez, y me pregunto: a ver qué tal el indie esta vez… Y lo resumo así: se trata de la expansión del escenario, de la conquista del público nuevo, ajeno y de una voz criolla, campera que invita en un momento a una voz muy dulce y armoniosa a unirse, y viajamos cruzando la General Paz.

Ahora sí: el escenario se atiborra de esas guitarritas chiquititas, de pies descalzos y de ella, su belleza y su look tan pin-up!  

Completamente unplugged, esta maravillosa Familia cautiva desde la selección cautelosa de un reportorio de éxitos de los 50´s y 60´s. Imposible no sonreír mientras los vemos reacomodándose en el escenario, moviendo los pies al ritmo de las ingeniosas ocurrencias sonoras de Capdeville.

El cuerpo se separa de la mente, porque ella se fue viajando a la década del swing y está bailándose todo! Cerrar los ojos y sentirse flotar, eso es La familia de Ukeleles hoy. Ya no nos importa el calor, lo único que queremos es bailar suavecito al son.

PICNIC BUENOS AIRES - Los Campos Magnéticos





Llego sobre el pucho, justo antes de que la banda arranque, y me encuentro con un crisol de espectadores de lo más ecléctico que cumplió a rajatablas con la consiga y el espacio frente al escenario está cubierto de manteles, termos, mates y panes integrales rellenos, veggies y modernos.

Enseguida me sumerjo en el ritmo cándido que Nacho, Alvy y Rubin idearon al traducir al argentino (sí, digo argentino y no español para darle el valor merecido a esta versión de la banda neoyorquina, que no se permitió pasar por alto el humor característico de Merrit y tituló El Galán de la Paternal a The Luckiest Guy On The Lower East Side) y entro sin más en sintonía y lo disfruto.

Recién cuando el vuelo de un pájaro cruza mi cabeza caigo en la cuenta: estamos al aire libre! Música al aire libre en plena ciudad. No están las luces de la noche, ni los ruidos ensordecedores de los miles de coches atorados en todas las calles de esta ciudad de la furia. Tampoco están los bocinazos de los bondis persiguiéndose a toda velocidad, repitiendo sus circuitos monótonos y eternos.

Se palpita la ciudad, pero desde la calma. Desde una ventana recortada en plena avenida, una salida de emergencia verde (bien verde, y bien pura) impuesta, forzosamente encajada en plena avenida Las Heras.

Bienvenido el lado B de la música al lado B de la ciudad. 

La Lubitsch en EL QETZAL





Ser parte del show de La Lubitsch es viajar en el tiempo. Es viajar a algún espacio recóndito donde Gershwin, Isham Jones, Maurice Chevallier  y The Mills Brothers cobran vida y vuelven al ruedo! Al menos, es revivirlos en sus melodías.

La consigna es clara: se trata de acomodarse en una silla, o bien en el suelo, con un gin-tonic en la mano y cerrar los ojos para dejar que las melodías lleguen por los oídos hasta inundar el cuerpo entero, y dejarse llevar.

El repertorio de canciones recorre grandes hits de los años 20´s y 30´s intercalándose con composiciones propias de la banda, y el resultado final que alcanza La Lubitsch es hundir la sala en una armonía melódica que no puede más que encantar a los oyentes, como el flautista a la serpiente, y emprender con ellos una travesía musical única.

ARTE: La Usina Del Arte





En el camino de regreso a casa, después de haber visitado La Usina del Arte, en el barrio de La Boca, me quedé tratando de traducir en palabras la sensación que me había dejado esa obra monstruosa de 15.000 metros cuadrados  con ladrillo a la vista, mármol y granito, emplazada en el clásico edificio de la compañía Ítalo Argentina de Electricidad, construido a principios del 1900.

La palabra que primero llegó a mi cabeza fue “argentinidad”. Es una vez más, como el Teatro Colón, como la avenida Rivadavia, como el tren del Fin Del Mundo y el De Las Nubes, una obra bestial, colosal, conmovedora por su inmensidad y algo pretensiosa, claro está. 

La Usina alberga la primera sala sinfónica de la Ciudad con capacidad para 1200 personas, cuyo revestimiento en madera de guatambú es un gusto para los amantes de la arquitectura, y cuenta con otros espacios para espectáculos de danza, exhibiciones de artes plásticas, muestras y exposiciones para diversas intervenciones artísticas.

Recorrer cada uno de sus rincones es un viaje de ensueño, donde se disfruta la fusión de la arquitectura fabril con un diseño moderno e innovador, que permite al visitante anticiparse e imaginar el potencial que encierra este monstruo multicultural.

Cruzo los dedos para que la obra esté definitivamente terminada antes de fin de año, como promete el Gobierno, y que finalmente el arte en todas sus expresiones y en todos sus niveles encuentre un lugar donde expresarse y mostrarnos todo lo que tiene esta Ciudad para dar.

Me quedo, sin embargo, con una pregunta abierta: Será verdaderamente que se abre la oportunidad para que los amantes de la vanguardia y los defensores del under puedan anclar su barca en esta isla y comulguen allí con el arte en todas sus versiones que tanto estiman y asimismo se conviertan  ellos mismos en musas que inspiren más y más espacios para los artistas que nutren la cultura y la convierten en algo vivo?

Macbeth – Teatro General San Martín





En el Teatro San Martín se puede disfrutar una versión de este clásico de la literatura inglesa donde el director Javier Daulte logra conjugar en el punto exacto la versión original, respetando la historia y parlamentos originales, con un giro moderno que nos introduce en un Macbeth casi contemporáneo.

El sello del director es patente, y el riesgo que asume lo lleva a alcanzar una obra de una calidad superadora. La versión se disfruta en su prosa prolija y fiel, pero también  se disfruta la sorpresa que se lleva el espectador incauto cuando se encuentra con una escenografía vanguardista y extremadamente innovadora, a la que los escenógrafos del Teatro San Martín nos tienen acostumbrados. Como así también la música, el vestuario y el reparto de actores, elegido cautelosamente para que cada uno se luzca desde su lugar, sin opacarse entre sí pero sin dejar de brillar por eso.

No podré decir menos que la apuesta de Daulte es fuerte, pero definitivamente se lleva el merecidísimo premio de una platea aplaudiendo de pie y la ovación de toda la sala.

Vale la pena acercarse a la boletería a conseguir el ticket, descontando la ventaja de un precio módico y función popular los miércoles.

Festival de Cine Escandinavo





Durante el mes de Octubre se llevó a cabo por tercer año consecutivo el Festival de Cine Escandinavo. En esta oportunidad se eligió como sede el Village Recoleta para la proyección de 13 películas nórdicas que recorren diversos géneros como el terror, el drama, el thriller, la comedia dramática e incluso se exhibió una película noruega de animación y un clásico de la cinematografía escandinava, ganadora de un Oscar a la Mejor Película Extranjera: Babette’s Feast, dirigida por el danés Gabriel Axel.
Esta edición contó con la presencia de uno de los directores cuyo film participa en el Festival, el sueco Simon Kaijser da Silva, quien recibió consultas del público luego de cada proyección de su film Stockholm East, que fue recibido de muy buen grado por los cinéfilos allí presentes.
Luego de finalizada cada función, el público tuvo la posibilidad de puntuar anónimamente la película, y el film ganador se eligió según el recuento de la opinión del público.
Este Festival es una de las oportunidades que tenemos en Buenos Aires para disfrutar y conocer la cultura y el arte de países remotos que sin embargo brindan al mundo un vasto menú artístico.
El choque entre las escenas nevadas de los films cuyas locaciones están ubicadas en puntos que nos resultan recónditos y helados contrasta con el calorcito que va impregnando la Ciudad en esta época del año, dejándonos ese aire carioca que se presta para que después de la proyección podamos reunirnos en alguna terracita a debatir y compartir reflexiones, ponderando el intercambio cultural y abriendo la cabeza al mundo.