martes, 8 de enero de 2013

Ralph, El Demoledor

No se trata de calificar o descalificar ni aprobar o dejar de hacerlo, no soy el dedo del emperador. No soy siquiera emperador, para empezar! Pero sí los invito a dar un paseo por mi humilde reino, un viaje por mis experiencias cotidianas en las que me aventuro buscando pasarla bien, aprender y saciar curiosidades.

Y así fue como en esta oportunidad di con el espacio propicio para reírme a carcajadas y conectarme con lo infantil que habita en mí detrás del manto de adultez que va llegándome con el paso del tiempo y la aceptación sumisa de las convenciones sociales.

Y en uno de esos viajes me embarqué las 2 horas que duró Ralph, el demoledor. Me maravillé enormemente por la inquietud sencilla de conocer la vida detrás de las pantallas de los video-juegos, repasé el abc de la división dicotómica a la que nos sometemos, incautos: malos-buenos, on-off, real-virtual. Dejé que me corran lágrimas con el Disney-golpe bajo y me llevé la moraleja.

No hubiera sido mi elección de cartelera, pero dejarme llevar por la decisión ajena trajo buenos resultados: sentarme en la butaca como un niño no está nada mal, después de todo. 

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