miércoles, 29 de mayo de 2013

Agitando la colmena - El Otro Yo en el Teatro Flores



Me llegan imágenes como flechazos, y adentro de mi cabeza se mezclan algunos cuadros de mi adolescencia con otros de esta noche, parecida a cualquiera de las de entonces pero diez años después.  25 de Mayo y luna llena. Patriotismo y mi lado más salvaje, tal cual fuera otrora. Sólo que antes contaba con más amigos, más esquinas y más birras para el combate.   

Dejamos pasar la banda soporte porque es más fuerte la tentación de unas latitas (botella retornable, jamás!) mezclados entre los pibes. Sentados en el piso, los vemos pasar. La nueva generación de alternos conserva viejos vicios buenos: mochilas con abejas, remeras de la banda, valijita de parches en oferta, sumaron libros independientes y trocaron las hebillitas por anteojos de marco ancho. Yo me aggiorné a su par.

Sobre el escenario del Teatro Flores, los hermanos Aldana. Su voz, la misma de siempre, intacta aún, dispara un haz de luz que resucita la pubertad dormida: yo soy el otro yo. Inyección de vida, catarata de recuerdos. Ray está en Jauría, pero la batería en manos del Brujo Ricardo Rúa late con la misma sagrada identidad. Araujo en presencia intermitente y la dulzura incorruptible de María Fernanda son el marco en el que transcurre el show.

Los pibes no paran, meta mosh y pogo a más no poder. La lista de canciones es el equilibrio justo y da cuenta del extenso recorrido otroyoico. Las chicas corean las viejas y las nuevas, sin diferenciar.  Traka-Traka, Corta el pasto, La tetona imposible no saltar. Treinta temas para reflejar la trayectoria de una de las bandas emblema de la escena alternativa de los ´90 y el Teatro a pleno como prueba fehaciente de su vigencia.

Cristian disfrazado de monja para cantar Pecadores. Se la dedica, de todo corazón, “al hijo de puta de Videla”. El Otro Yo nunca se vendió, orgullo de mis épocas en el despertar. Me quedo con las ganas de escuchar alguna más de las de MF, pero el bis trae No me importa morir en el momento preciso y la energía de El Otro ya pegó contagio para donde mires.

Dejamos que el lugar se vaya desagotando, pero justo antes de volver a mi abrigo percibo la manara feliz y efectiva en la que la música de EOY flota, atravesando fronteras y tiempos. Diez años no son nada, hay canciones que nos van a acompañar toda la vida. 

PD. "¿qué onda esas chicas que bailaban en el escenario?"

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