sábado, 11 de mayo de 2013

La dinastía que reina - El Mató + Nubes en Mi Casa en La Trastienda


La lluvia dejó como saldo un otoño fresco que llenó las calles de capuchas y paraguas.  Valentía es escudriñar el placard hasta dar con el piloto y plantarse en la parada a esperar el 2 como una estatua. La Trastienda está hasta las manos, y la sensación es de tensa calma. Como un hormiguero al que acaban de pisar, y cientos de hormiguitas salen disparadas y están moviéndose en todas las direcciones.

Nubes en Mi Casa colma el escenario de calma. Su armonía lúdica recorre temas tanto de su disco homónimo como de “Me Suelto y Vuelvo”, y es como si en el aire se formaran capas de sonido que se van apilando de forma prolija y apacible, hasta llegar al techo y envolvernos. Rebecca, Los Gigantes, Aceleremos. Su música llega de manera prolija y racionada. No detona, sino que se va construyendo. Propician un marco para recibir a los invitados a esta fiesta. Una sonoridad estética, medida. La despedida trae Mareo, y tanta corriente me deja pensando que si abajo del agua pudiera tocar una banda, Nubes en Mi Casa sería la indicada.

El telón esconde el espíritu laptrero, el corazón late los primeros acordes sin verlos. El magnetismo desata los nudos, y el desafío es encontrarle palabras a todos estos pibes que saltan sin parar o a la sonrisa del Chango, a esa mueca imperceptible que hace justo antes de entregarse por completo a las 4 cuerdas de ese bajo que sangra elegías de amor, que extraña a sus amigos, que vaga por el barrio. Formemos una banda de rocanrol, así de sencillo y perfecto. La música motorizada llega, tendiendo puentes que cruzan del escenario hasta encontrar a la chica de oro, a Yoni B y a todos los viejos, ebrios y perdidos entre el público presente.

Tocan todas, no quedó ninguna afuera. Y parece increíble como cada canción se abre como una flor, entre la fragilidad y la naturaleza de lo genuinamente bello. El final se anuncia con tiempo, para que el regreso al cuerpo no sea tan caótico. Yo, por mi parte, agradezco haber formado parte, una vez más, del ritual del magnetismo y contar para siempre con una Navidad de reserva. 

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