jueves, 7 de noviembre de 2013

Como en casa


El último día de la semana, ese en el que cuenta la leyenda que Dios descansó. El anterior a la oficina gris, al silencioso morir en la rutina. Sofar Sounds parece una salida de emergencia viable, y en el barrio de Caballito una casa de ventanas altas nos acoge amorosamente. La puntualidad es rigurosa, y nos deja una única alternativa: apoyar la oreja sobre la mirilla y dejar que la música de James Spaite nos llene el cuerpo de a poquito. Se escuchan los aplausos, llegan oleadas de risas y un ritmo suave que estimula. Su voz mansa, su guitarra dócil y sus canciones folkie ayudan para ir creando una imagen mental de la situación y el lugar.

Finalmente, las puertas se nos abren y es como entrar a la casa de un amigo. Se respira un clima de diversión serena, de templanza y vida estallando en los rincones. Hambre por la melodía, por compartir el sagrado ritual de la música en vivo, al alcance de la mano. No hay distancia entre Hyperpotamus y el público, esa es la intimidad que se propone Sofar y que hace de cada encuentro una comunión. Un chico que sea una orquesta completa en sí mismo. Un español que atraviese el viejo continente para aterrizar en Buenos Aires y loopear sonidos triangulando de la boca al mic al pedal. Un músico que se entregue en cuerpo, y acompañe la melodía de pies a cabeza. Un aplauso cálido, un agradecimiento sentido y la promesa de seguirlo.

El Plan de la Mariposa en plan madera, ese es su desafío y lo superan por mucho. La hermandad traspasa los límites de la sangre, y apenas si caben unos encimados sobre los otros para iniciar el concierto. Sonidos de mar y sal van inundando el lugar, la boca se nos llena del sabor a carcajadas, a aventuras desde la costa hasta la ciudad. Las canciones de “Brote” y “Trance habitante”, las canciones nuevas, todas se amalgaman estupendo para establecer una atmósfera de jolgorio que invita. Los chicos bailan, como si en eso estuviera el secreto. Su cadencia contagia, y  promediando el recital ya no quedan cuerpos quietos en el lugar. Y acompañamos a la mariposa con la cabeza, con los hombros, con lo que no desarticule el rompecabezas que formamos. Como si el cuerpo no pudiera faltar a la cita, este anti-domingo se lleva los oídos atiborrados de melodía y el cuerpo cargado de movimiento. Una alternativa diferente para sobrevivir en la ciudad.   

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