martes, 9 de septiembre de 2014

Los Tabaleros en su salsa



En definitiva, es el sabor de lo hecho en casa lo que perseguimos. No importa si lo que estamos buscando es matar el bagre o si necesitamos alguna música que nos sacuda el alma, que rime con las penas propias o celebre las alegrías ajenas. Algo casero, de nuestra casa, de alguien o alguienes o aliens que sean una casa, que tengan esa calidez, la justa tibieza.

Es por esto que el viernes último desatendí todo consejo de guarecerme de la lluvia y el tirón y me arrimé hasta El Gorrión Negro para chusmearle la choza a mis queridos Tabaleros, y verlos fulgurando en su salsa. Ni bien crucé el umbral, lo entendí. Ahí estaba todo revelado, como en la visión de una hechicera. Un patio acogiendo camaradas devotos de los buenos ratos, un pasillo, puertas crujiendo, una mesa donde  brindar “ala santé du Colonel”. Y en el fondo, por supuesto, el lugar donde se cuecen los manjares y a fuego lento se guisan las canciones que prometen para el tercero.

La cocina, sin embargo, no tiene límites. Quizás el ritual empiece ahí, en la mesada. Después será cuestión de aderezar y al horno. Pero el fin es alimentar a los de afuera, quienes fritos en su propio sudor acompañan el acústico con coros y siguen atentos las picantes elucidaciones de Beto, “para la colectividad gitana que vende autos de segunda selección, una cuenca hermosa, un capricho”. Y para estos genios de la canción pampeana, todos nuestros aplausos adobados en cariño y admiración.

En un banquete donde sobra el talento, los músicos traen un puñado de folk-canciones para alimentar el alma. De entrada, “Bicicleta”, “Mi amigo el rey”, “Que no se vea”. Como plato principal, “El amor no existe”, “”Porque sí”, “Escalera”, “Niño” y dejando lo mejor para el final, llega como postre “Avión de papel” y el clásico “Zorro”, Tabalero´s version.  

Será que uno tiene mano para esto, otro conoce el ingrediente secreto, el truco justo. Unos cuantos deben de haber arrancado de gurises para cumplir la máxima de que el zorro sabe más por viejo. De seguro está el que le robó el recetario a la abuela, sin nunca haberlo confesado. Y no se me escapa el que nació con el don, y punto. Sea como fuere, y donde fuere, este sexteto con fuelle de yapa hace las delicias de todos los comensales, ninguna receta les gana y al final de cada show tiene al público comiendo de sus manos. Nada como una buena dosis de Los Tabaleros en su salsa. 

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